miércoles, 25 de junio de 2014

Mi intervención en el Pleno del Congreso, sobre despoblación:

"Sras y Sres Diputados: Me satisface de manera especial hablar en el Congreso de los Diputados de un asunto que afecta a muchos españoles de los territorios más remotos de nuestra geografía, de una circunstancia que constituye una preocupación para mucha gente y que debería de formar parte de las prioridades máximas de un Gobierno que se precie de estar cerca de los problemas de los ciudadanos.

Señorías, hace unos días tuve la oportunidad de acercarme a un libro publicado por Michael Ignatieff " Fuego y Cenizas", en el que el que fuera candidato liberal en Canadá allá por 2004 cuenta sus experiencias políticas  en la campaña electoral desarrollada en un país extenso y despoblado.

Decía Ignatieff: “que viajando por el país observó una división gigantesca e ignorada por completo. Era la división entre el mundo urbano y el mundo rural, el centro de las ciudades y los pueblos (...), lo metropolitano y lo remoto. El país estaba dividido en dos tipos de lugares: aquellos en los que podías ganarte la vida en el mismo lugar en que creciste y aquellos de los que te tenías que marchar si querías tener oportunidades de una vida mejor.

Esa parecía ser una desigualdad de la que nadie hablaba. (...)No hay nada malo en dejar el lugar en que naciste si eso es lo que quieres, pero no parecía justo que marcharse fuera la única opción para tanta gente. El Gobierno no podía atajar por sí solo la despoblación de las regiones remotas y rurales, pero sin duda podía hacer algo -invirtiendo en carreteras, colegios, conexión a internet- para permitir que aquellos que deseaban quedarse y sacar adelante una familia pudieran hacerlo".

¿Y cómo puede ser que un candidato en Canadá tenga la sensibilidad de poner en el primer orden de sus prioridades políticas la despoblación  y en España el Gobierno tenga tanta insensibilidad con este asunto?

Señorías, en Cuenca, en Soria, en Teruel o en otros territorios de España que han sufrido en los últimos siglos el éxodo de sus ciudadanos, éstos no se marcharon porque fueran menos trabajadores que los demás, porque fueran más torpes que los demás, porque tuvieran menos apego a su tierra que los demás, lo hicieron sencillamente porque no tuvieron oportunidades de desarrollarse como sí las tuvieron  las demás personas en otros lugares del país. Y por eso  la despoblación se convierte en otra cara más de la desigualdad.

Una desigualdad que se manifiesta en las diferencias de acceso a la educación, en el acceso a una sanidad, a la cultura, a la universidad. Una desigualdad que se manifiesta en las dificultades que tienen estos territorios para conectarse con las zonas urbanas más pobladas y más prósperas, una desigualdad que se manifiesta en un acceso a los servicios públicos más remoto y más difícil. Una desigualdad, en definitiva, que se visualiza en aquellos lugares en los que lo más próximo es el silencio y el silencio es la mejor señal de la "invisibilidad" en la que quedan los territorios que sufren el éxodo de sus ciudadanos.

Por eso no les sorprenderá que después de una crisis económica y social tan grave como la que tenemos de nuevo se alce la voz de los que sufren este fenómeno, de los que se convierten en "desplazados económicos", o "desplazados sociales" de los que emigran en busca de mejores oportunidades porque en sus territorios, allí donde les gustaría vivir no tiene oportunidades para hacerlo o de quienes se desplazan en busca de mejores servicios públicos porque en sus lugares de origen no existen o se les han quitado.

Por eso el Gobierno y el grupo Parlamentario Popular no debieran despachar este asunto con una " larga cambiada", sino que deberían tomarse la despoblación como un asunto de Estado. Y tratar esta lacra social como un asunto de Estado significa negociar con la UE que "la especificidad" de los territorios escasamente poblados sea combatida con recursos extraordinarios y con inversiones en infraestructuras que sean capaces de corregir los desequilibrios existentes.

No parece desmesurado  negociar con la UE que estas zonas escasamente pobladas que son un desierto demográfico reciban asignaciones como las del Norte de Europa y no parece desmesurado pedir que el Gobierno, junto a las Comunidades Autónomas, elaboren Planes de actuación específicos para ayudar a estos territorios, como no parece desmesurado pedir que  se mantengan los servicios públicos esenciales de educación, de sanidad, de servicios sociales en estas zonas desérticas, envejecidas y periféricas .

Señorías, cerrar una escuela en Teruel, en Cuenca o en Soria es condenar a un pueblo a la desaparición, cerrar un Centro de Salud o un Hospital en estas zonas es condenar a los habitantes de estos territorios a disponer de servicios más alejados y de más difícil acceso. Por eso, para que no haya desigualdades territoriales que lleven a desplazamientos sociales o económicos presentamos esta enmienda que queda defendida en sus propios términos.

Como decía Ignatieff, "Me convertí en el improbable candidato de la división entre lo urbano y  lo rural, la implacable geografía de las oportunidades que impide a tantas personas brillantes progresar a menos que emigren. Fue algo de lo que me di cuenta poco a poco, pero decidí que iba a luchar por un país donde la esperanza estuviera distribuida justamente, donde todos tuvieran una oportunidad de construirse una vida allí donde residieran".

Por eso queremos luchar también Señorías, estoy convencido, todos los Diputados y Diputadas que venimos de territorios "pequeños pero no invisibles" a los que todavía nos queda la esperanza de que los poderes públicos intervendrán,  de acuerdo a sus competencias, en trabajar por dar solución a un problema que no puede esperar, porque cualquier espera dejará sin esperanza a mucha gente que tiene el derecho de poder vivir con dignidad allí donde ha nacido o allí donde ha elegido vivir.

 No quiero terminar sin agradecer a los Diputados del Grupo Parlamentario Socialista por Cuenca y Soria, Sres. Sahuquillo y Lavilla sus aportaciones y su predisposición para que, en su nombre, defendiese yo esta enmienda de adición. Les quedo muy agradecido, y al Diputado Chesús Yuste por haber traído aquí esta iniciativa. A Udes. Señorías, muchas gracias por su paciencia y atención".

sábado, 7 de junio de 2014

Tras la abdicación del Rey.


El día 2 de junio de 2014 nos sorprendía el Rey con el anuncio de su abdicación. De inmediato algunas fuerzas políticas han iniciado una estrategia de presión para que la sucesión en la Corona no se produzca tal y como prevé la Constitución, sino que sea sometida a un  referéndum, y apelan al mayor o menor espíritu republicano de unos u otros.

Es posible que éste sea un buen momento para recordar que nuestra Constitución se sometió a referéndum y los españoles aprobamos como forma política del Estado la Monarquía parlamentaria. Y se hizo porque la misma fue fruto de un amplísimo consenso y de una reconciliación entre las dos Españas, que dio lugar a la etapa de paz más larga y duradera en los últimos siglos.

 Hay quien dice que esta Constitución no ha sido aprobada por una mayoría de españoles de las nuevas generaciones lo que no le quita un ápice de validez jurídica como no le quita a la Constitución de los Estados Unidos, mucho más antigua que la nuestra, ninguna validez el hecho de que las nuevas generaciones de estadounidenses no la hayan votado.

A este consenso constitucional contribuyeron distintas fuerzas políticas, desde el Partido Comunista que votó a favor de la Monarquía hasta el PSOE que se abstuvo, pasando por UCD o Alianza Popular, a ese consenso contribuyeron diputados aragoneses como Hipólito Gómez de las Roces o Emilio Gastón, ambos defensores de la Monarquía constitucional, como se refirieron a ella en sus enmiendas particulares. Parece pues chocante que quienes son herederos del Partido Comunista sean hoy los que piden con más ardor la celebración de un referéndum sobre la forma del Estado no contemplado  legalmente.

Por eso resulta pertinente recordar la figura de Santiago Carrillo y su histórico discurso del día 5 de mayo de 1978. En él,  D. Santiago  que era consciente de que conseguir la democracia era más importante que la forma de Gobierno y consciente también de que el cambio no se había producido por una ruptura revolucionaria, hecha de golpe, como por ejemplo sucedió en Portugal, sino por un proceso que responde a una política de reconciliación, apostillaba: " Un Partido político que se propone transformar la sociedad no puede prescindir de la realidad. Si en las condiciones concretas de España pusiéramos sobre el tapete la cuestión de la República, correríamos hacia una aventura catastrófica en la que, seguro, no obtendríamos la República, pero perderíamos la democracia. Tal riesgo podría correrlo un grupo puramente testimonial que no se proponga hacer política. Un Partido serio y responsable, dispuesto a hacer avanzar el cambio democrático, a convertirse en fuerza de gobierno, no puede  lanzarse y lanzar al país en esa aventura".

Esa fue la posición del líder del Partido Comunista, la de un hombre sensato que contribuyó a asentar la democracia y a buscar la reconciliación y la paz.

Pero conviene traer a colación la posición del PSOE, un partido que también se llama republicano, que se abstuvo en la votación sobre la Monarquía e hizo una defensa, más o menos ardiente de la República, en boca de Gómez Llorente dijo dos cosas sustanciales: 1.-"(...) La actitud de los socialistas ante la institución monárquica es más serena, más de principios, más estable, probablemente más sincera. No ocultamos nuestra preferencia republicana, incluso aquí y ahora, pero sobrados ejemplos hay de que el socialismo, en la oposición y en el poder, no es incompatible con la Monarquía cuando esta institución cumple con el más escrupuloso respeto a la soberanía popular y a la voluntad de reformas y aún transformaciones que la mayoría del pueblo desee en cada momento ya sea en el terreno político o económico".

2.-"El proceso de reforma política hace inevitable que en su día se pronuncie el pueblo sobre el conjunto de la Constitución, y puesto que ello es previsible y racionalmente inevitable, no haremos obstrucción, sino que facilitaremos el máximo consenso a una Constitución que ha de cerrar cuanto antes este periodo de la transición y abrir el camino a nuevas etapas de progreso y transformaciones económicas y sociales, a las que en nada renunciamos, y para las que sólo pretendemos ser un instrumento de nuestro pueblo."

Ese fue el comportamiento político de la izquierda en la elaboración de la Constitución. Por eso hoy, cuando los parlamentarios tengamos que decidir sobre la Ley Orgánica que regula la abdicación del Rey yo votaré afirmativamente, sin el remordimiento de pensar que traiciono la memoria de tantos que dieron su vida por defender la democracia, la igualdad y la libertad antes que la República o la de quienes, afortunadamente, pudieron vivir para contemplar cómo las dos Españas estaban reconciliadas y la democracia y la libertad imperaba en nuestro país. Seguro que Víctor-Flores Cosa Sanz, Evaristo Corella, Ángel Cosa, Vicente Guillén, Jaime Sebastián, Modesto Edo o César Abril y tantos republicanos que fueron fundadores del PSOE en mi pequeña localidad  sabrán comprenderme.

A quienes respetando su decisión hacen política pequeña para arañar votos al PSOE, buscando  que se produzca un "sorpasso" en la izquierda que les ubique en el lugar que siempre creyeron que les pertenecía y hasta ahora no han podido lograr, voy a recodarles otro pasaje de Santiago Carrillo:"Hay que darse cuenta de que en estas condiciones, si las instituciones de gobierno surgieran discutidas por la izquierda, aunque esto sólo se hiciese con un gesto para la galería, nosotros mismos estaríamos contribuyendo a inclinarlas y desplazarlas hacia la derecha, e incluso hacia la ultraderecha que avizora todos los errores de la izquierda para recuperar el terreno perdido". Nunca antes este texto ha tenido tanta actualidad.