El día 2 de junio de 2014 nos sorprendía el Rey con el anuncio de su
abdicación. De inmediato algunas fuerzas políticas han iniciado una estrategia
de presión para que la sucesión en la Corona no se produzca tal y como prevé la
Constitución, sino que sea sometida a un
referéndum, y apelan al mayor o menor espíritu republicano de unos u
otros.
Es posible que éste sea un buen momento para recordar que nuestra Constitución
se sometió a referéndum y los españoles aprobamos como forma política del
Estado la Monarquía parlamentaria. Y se hizo porque la misma fue fruto de un
amplísimo consenso y de una reconciliación entre las dos Españas, que dio lugar
a la etapa de paz más larga y duradera en los últimos siglos.
Hay quien dice que esta
Constitución no ha sido aprobada por una mayoría de españoles de las nuevas
generaciones lo que no le quita un ápice de validez jurídica como no le quita a
la Constitución de los Estados Unidos, mucho más antigua que la nuestra,
ninguna validez el hecho de que las nuevas generaciones de estadounidenses no
la hayan votado.
A este consenso constitucional contribuyeron distintas fuerzas políticas,
desde el Partido Comunista que votó a favor de la Monarquía hasta el PSOE que
se abstuvo, pasando por UCD o Alianza Popular, a ese consenso contribuyeron
diputados aragoneses como Hipólito Gómez de las Roces o Emilio Gastón, ambos
defensores de la Monarquía constitucional, como se refirieron a ella en sus
enmiendas particulares. Parece pues chocante que quienes son herederos del
Partido Comunista sean hoy los que piden con más ardor la celebración de un
referéndum sobre la forma del Estado no contemplado legalmente.
Por eso resulta pertinente recordar la figura de Santiago Carrillo y su
histórico discurso del día 5 de mayo de 1978. En él, D. Santiago
que era consciente de que conseguir la democracia era más importante que
la forma de Gobierno y consciente también de que el cambio no se había
producido por una ruptura revolucionaria, hecha de golpe, como por ejemplo
sucedió en Portugal, sino por un proceso que responde a una política de
reconciliación, apostillaba: " Un Partido político que se propone
transformar la sociedad no puede prescindir de la realidad. Si en las condiciones
concretas de España pusiéramos sobre el tapete la cuestión de la República,
correríamos hacia una aventura catastrófica en la que, seguro, no obtendríamos
la República, pero perderíamos la democracia. Tal riesgo podría correrlo un
grupo puramente testimonial que no se proponga hacer política. Un Partido serio
y responsable, dispuesto a hacer avanzar el cambio democrático, a convertirse
en fuerza de gobierno, no puede lanzarse
y lanzar al país en esa aventura".
Esa fue la posición del líder del Partido Comunista, la de un hombre
sensato que contribuyó a asentar la democracia y a buscar la reconciliación y
la paz.
Pero conviene traer a colación la posición del PSOE, un partido que
también se llama republicano, que se abstuvo en la votación sobre la Monarquía e
hizo una defensa, más o menos ardiente de la República, en boca de Gómez
Llorente dijo dos cosas sustanciales: 1.-"(...) La actitud de los
socialistas ante la institución monárquica es más serena, más de principios,
más estable, probablemente más sincera. No ocultamos nuestra preferencia
republicana, incluso aquí y ahora, pero sobrados ejemplos hay de que el
socialismo, en la oposición y en el poder, no es incompatible con la Monarquía
cuando esta institución cumple con el más escrupuloso respeto a la soberanía
popular y a la voluntad de reformas y aún transformaciones que la mayoría del
pueblo desee en cada momento ya sea en el terreno político o económico".
2.-"El proceso de reforma política hace inevitable que en su día
se pronuncie el pueblo sobre el conjunto de la Constitución, y puesto que ello
es previsible y racionalmente inevitable, no haremos obstrucción, sino que
facilitaremos el máximo consenso a una Constitución que ha de cerrar cuanto
antes este periodo de la transición y abrir el camino a nuevas etapas de
progreso y transformaciones económicas y sociales, a las que en nada
renunciamos, y para las que sólo pretendemos ser un instrumento de nuestro
pueblo."
Ese fue el comportamiento político de la izquierda en la elaboración de
la Constitución. Por eso hoy, cuando los parlamentarios tengamos que decidir
sobre la Ley Orgánica que regula la abdicación del Rey yo votaré
afirmativamente, sin el remordimiento de pensar que traiciono la memoria de
tantos que dieron su vida por defender la democracia, la igualdad y la libertad
antes que la República o la de quienes, afortunadamente, pudieron vivir para
contemplar cómo las dos Españas estaban reconciliadas y la democracia y la
libertad imperaba en nuestro país. Seguro que Víctor-Flores Cosa Sanz, Evaristo
Corella, Ángel Cosa, Vicente Guillén, Jaime Sebastián, Modesto Edo o César
Abril y tantos republicanos que fueron fundadores del PSOE en mi pequeña
localidad sabrán comprenderme.
A quienes respetando su decisión hacen política pequeña para arañar
votos al PSOE, buscando que se produzca
un "sorpasso" en la izquierda que les ubique en el lugar que siempre
creyeron que les pertenecía y hasta ahora no han podido lograr, voy a
recodarles otro pasaje de Santiago Carrillo:"Hay que darse cuenta de que
en estas condiciones, si las instituciones de gobierno surgieran discutidas por
la izquierda, aunque esto sólo se hiciese con un gesto para la galería,
nosotros mismos estaríamos contribuyendo a inclinarlas y desplazarlas hacia la
derecha, e incluso hacia la ultraderecha que avizora todos los errores de la
izquierda para recuperar el terreno perdido". Nunca antes este texto ha
tenido tanta actualidad.
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